A lo largo de la historia, las distintas religiones han transmitido, por medio de sus textos sagrados y enseñanzas, principios universales orientados a fomentar el amor, la justicia, la fraternidad y el respeto por la dignidad humana. Estos valores fundamentales buscan orientar a los individuos y a las comunidades hacia la construcción de una cultura de paz, basada en la convivencia armónica y el bien común.
No obstante, alcanzar plenamente este ideal no ha estado exento de desafíos. Los conflictos sociales, políticos o culturales continúan manifestándose en diversas regiones del mundo. Ante ello, las religiones, lejos de permanecer al margen, han asumido un papel activo en la prevención y resolución de estas situaciones, haciendo uso de su influencia moral, comunitaria y espiritual.
Una de sus principales contribuciones se refleja en la labor de los líderes religiosos, quienes, al estar profundamente arraigados en sus comunidades, son capaces de identificar señales tempranas de tensión, como rumores, brotes de violencia o conflictos entre vecinos. Su presencia cercana y su autoridad ética les permiten intervenir de manera directa, promoviendo el diálogo, la mediación y el entendimiento entre las partes enfrentadas. De esta manera, contribuyen a desactivar potenciales focos de violencia y a restablecer el tejido social, actuando como agentes clave en la consolidación de la paz desde lo local.
Asimismo, promueven el diálogo de religiones entre sí, lo que permite que se la intencionalidad de conocer al otro, de entablar relaciones desde el respeto y valoración de la diversidad religiones. También, abre la puerta a la colaboración interreligiosa, en favor de la convivencia armoniosa y la sociedad.

Del mismo modo, las religiones desempeñan un papel fundamental en la promoción del diálogo interreligioso, entendiendo este como un espacio de encuentro donde distintas tradiciones de fe pueden compartir sus perspectivas, creencias y experiencias desde el respeto mutuo. Este tipo de diálogo fomenta una actitud de apertura hacia el otro, impulsando el interés genuino por comprender las diferencias y reconocer los valores comunes que unen a las distintas confesiones.
El acercamiento entre religiones no solo fortalece la empatía y el reconocimiento de la diversidad religiosa, sino que también sienta las bases para una colaboración activa entre comunidades de fe. Esta cooperación interreligiosa puede traducirse en acciones conjuntas orientadas a promover la paz, resolver conflictos, atender causas humanitarias y construir sociedades más justas, inclusivas y cohesionadas. En suma, el diálogo y la colaboración entre religiones no solo enriquecen el tejido social, sino que se convierten en herramientas esenciales para alcanzar una convivencia armoniosa y sostenible.
De igual forma, las comunidades religiosas y sus líderes han buscado establecer vínculos de colaboración con los gobiernos, tanto a nivel local como internacional, con el propósito de contribuir de manera conjunta a la prevención y atención de las problemáticas sociales que afectan a las poblaciones. Este trabajo coordinado se orienta no solo a mitigar las causas estructurales de los conflictos, como la pobreza, la discriminación o la exclusión, sino también a generar soluciones sostenibles que promuevan la justicia, la reconciliación y el bienestar común. Además, muchas religiones han asumido un rol activo en la escena internacional, tratando de mediar o influir en la resolución de conflictos armados mediante el diálogo, la diplomacia moral y los llamados públicos a la paz. En este sentido, líderes espirituales de diversas confesiones han alzado la voz ante la guerra, actuando como portavoces de millones de víctimas silenciadas por la violencia. A través de declaraciones, encuentros multilaterales o gestos simbólicos, han exhortado a los gobiernos y actores involucrados a cesar las hostilidades, respetar los derechos humanos y construir caminos hacia la reconciliación.

Las religiones desempeñan una labor profundamente significativa y necesaria en la construcción de una paz duradera, pero también, comprenden que la paz no es responsabilidad exclusiva de los gobiernos o de organismos internacionales, sino que requiere del compromiso y la colaboración activa de cada persona. En este sentido, las religiones nos recuerdan que todos deben trabajar juntos para la paz verdadera y duradera.
Sala de Prensa CNLR







